Evaluación Final
En el marco de un proceso de formación docente desarrollado en la Universidad Nacional de José Clemente Paz (UNPAZ) en 2020, se logró sistematizar un conjunto de ideas clave sobre la enseñanza y el aprendizaje para carreras informacionales, expresados en el artículo "Hacia una pedagogía informacional situada". Esa reflexión derivó en la formulación de cinco pilares pedagógicos que buscan orientar las prácticas docentes en un contexto atravesado por saberes tecnosociales, tecnologías digitales y desafíos de época, apuntando a una pedagogía situada, crítica e innovadora.
Estos cinco pilares pedagógicos se centran en el valor de los conocimientos previos de los estudiantes, los aprendizajes reflexivos en prácticas interdisciplinarias, la evaluación crítica y activa e integrada en el proceso, el valor de las comunidades de aprendizaje, y la sistematización de experiencias educativas para fortalecer la pedagogía. Mi posición con respecto a este tema (que tuve la oportunidad de expresar al realizar un intercambio en forma de comentario en clase sobre el artículo "hacia una pedagogía informacional situada"), es que estos pilares pedagógicos no sólo son posibles y pertinentes sino que también son indispensables, y por lo tanto forman necesariamente parte de la educación técnico profesional. Desde mi rol como docente de ETP, considero que la educación técnica en cualquiera de sus niveles o modalidades, como la educación secundaria, la educación superior o la formación profesional, no pueden prescindir de ninguno de los métodos, enfoques, herramientas y recursos que se describen en estos pilares pedagógicos.
El Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) en equipos de trabajo es una metodología propia de la ETP porque es indispensable para construir la identidad profesional en cualquiera de las disciplinas de la rama técnica. En esta metodología se integran los conocimientos haciendo un abordaje interdisciplinario de la práctica para el logro de objetivos, lo que promueve el aprendizaje significativo y la apropiación de conocimientos técnicos que hacen al perfil profesional. En este proceso, lo importante es que no se evalúa el resultado final en forma independiente del desarrollo, sino que es necesario poner la mirada en todo el recorrido realizado por los alumnos desde los acuerdos iniciales en la elección del proyecto y planificación de acciones. En cada una de las etapas del desarrollo se ponen en juego los saberes, las habilidades y destrezas para trabajar en equipo, al coordinar las tareas en forma grupal, gestionar los tiempos y recursos y evaluar los resultados alcanzados para seguir a la siguiente etapa. Los estudiantes en estos proyectos no estudian en forma aislada sino que su avance está siempre en vínculo con sus pares, porque dependen de esa interacción, de la misma manera que en la vida real participarán trabajando en equipo en la construcción colectiva de una obra. En toda esta pedagogía podemos ver claramente cómo intervienen las comunidades de aprendizaje, donde se aprende con otros, se producen intercambios necesarios y se teje un entramado formativo en el cual todos los integrantes del proyecto son parte necesaria del mismo y participan activamente con sus aportes. A su vez, todo este seguimiento no queda oculto ni ignorado sino que es observado, registrado, documentado y evaluado de manera interactiva en todo momento. Cada vez que el equipo de trabajo sienta las bases para pasar a la siguiente etapa del proyecto, está haciendo una autoevaluación de los logros alcanzados y puede conocer y valorar el progreso que realiza, y así sucesivamente hasta llegar al producto final. Por lo tanto podemos decir que la metodología ABP se apoya en los pilares de aprendizaje interdisciplinario, evaluación crítica integrada en el proceso y comunidades de aprendizaje. Por otro lado, la valoración de conocimientos previos es algo que se realiza en la pedagogía técnica, que puede tener varios otros nombres como evaluación diagnóstica, nivelación inicial, o simplemente test de conocimientos previos, pero que está siempre presente en la educación técnica porque se necesita conocer un punto de partida sobre el cual construir nuevos conocimientos. Y por último, la sistematización de experiencias educativas es una herramienta pedagógica valiosa para los docentes en la medida que permite reutilizar recursos, compartir trabajos con otros colegas, registrar la propia práctica, consolidar las buenas etrategias y documentar los proyectos elaborados para incorporarlos a la institución de manera eficaz, fortaleciendo en forma progresiva la calidad educativa.
Además de estos cinco pilares pedagógicos, entre los otros diversos aportes que ofrece el artículo uno de los que más me interpela como docente de la Educación Técnico Profesional es la mención a la creatividad pedagógica como un horizonte que impacta en una mejora progresiva de la calidad educativa. Aunque el texto solo la menciona brevemente, considero que esta idea encierra una idea transformadora que es central para pensar la práctica docente en la ETP.
Mi posición frente a este tema de la creatividad pedagógica se construye desde mi experiencia concreta como profesor de tecnología en la secundaria técnica, donde cotidianamente procuro buscar nuevas formas de enseñar que sean significativas, motivadoras e integrales. Entiendo que ser creativo en la tarea pedagógica no es un lujo ni una opción decorativa: es una necesidad que permite salir de recetas obsoletas y repensar el sentido profundo de lo que hacemos en el aula. Crear implica revisar, evaluar, ponerse en el lugar del estudiante y reformular. En definitiva, comprometerse con una enseñanza viva.
La creatividad no solo es un recurso didáctico, es una actitud frente al conocimiento y al vínculo pedagógico. Como plantea Andrea Alliaud, el docente que enseña con creatividad se acerca a la figura del artesano, que piensa su hacer como una producción cuidadosa, sensible, atenta al contexto y a la materia con la que trabaja. En nuestro caso, esa materia son las trayectorias, saberes e intereses de los estudiantes, que nos exigen diseñar propuestas genuinas, desafiantes en el buen sentido, que inspiren a investigar y que promuevan aprendizajes significativos.
Desde esta perspectiva, me apoyo también en el enfoque constructivista y en las ideas de Gilles Ferry, quien plantea que el proceso formativo es, ante todo, un proceso interno en el que el sujeto se forma a sí mismo. Para que ese proceso tenga lugar, el docente debe asumir un rol activo, capaz de generar entornos pedagógicos fértiles donde la curiosidad, la pregunta y la experimentación estén habilitadas. Y eso solo es posible si se trabaja desde la creatividad.
Como docente, me siento identificado con este horizonte. Siempre pienso en mis clases como momentos para provocar interés, sorpresa, emoción o intriga. Propongo proyectos, exploro herramientas diseñando actividades con sentido, animo a mis estudiantes a salir del esquema de la repetición y a involucrarse con la construcción de conocimiento como un proceso enriquecedor, abierto y sin límites. Muchas veces los inspiro a canalizar sus cuestionamientos o disconformidades, con la creación de algo genuino a partir de sus convicciones. Esa apuesta por invitar a enfrentar aquello que resulte desafiante, es una forma de posicionarme frente a la enseñanza.
Por eso, si bien en el texto se presentan cinco pilares pedagógicos que resultan valiosos y aplicables en el contexto de la formación profesional, considero también que la creatividad pedagógica merece un lugar de centralidad. Porque impulsa una revisión de la práctica, habilita el pensamiento crítico, enriquece el vínculo con los estudiantes y se traduce en una mejora concreta de la calidad educativa.
En tiempos en que la sociedad interpela el rol y el sentido de la educación, y la Educación Técnico Profesional es convocada a demostrar su potencial transformador; cuando jóvenes y adultos acuden a las instituciones de Formación Profesional para construir saberes que les permitan crecer, el acto de sostener una práctica educativa innovadora, genuina y creativa se vuelve también un acto de justicia. Porque significa ofrecer experiencias de aprendizaje a la altura de las exigencias de nuestros estudiantes y trabajadores, que los inspiren a desplegar su talento y a potenciar su desarrollo personal y profesional.
Walter Nieto.
Bibliografía
Alliaud, A. (2019). El campo de la prácca en la formación docente. Material de trabajo para educadores y educadoras. Cuadernos del IICE Nº 1 | ISSN 2618-5377. Apartado “El oficio de enseñar hoy”.
Daniel Daza, Marian Lettieri y Fernando Peirone. (2020) "Hacia una pedagogía informacional situada". Ec-Revista de Administración y Economía.
Ferry, G. (1993). “Pedagogía de la formación” Eds. FFL-UBA. Novedades Educavas, Bs.As. Capítulo 1.